Desventuras de compartir piso

Ahora que nos hemos mudado me siento un poco más libre de contar las aventuras y desventuras de compartir piso. Pero empiezo desde el principio.

Ramin y yo llegamos un 19 de Julio de 2012 a Sydney. Los tíos nos habían dejado las llaves de un piso que tenían en Lindfield y que era donde íbamos a vivir. La casa nos gustó desde el principio, no tenía muchas cosas pero lo esencial para vivir: una cama, una mesa con sillas, un par de sofás, utensilios de cocina y electrodomésticos. Pronto lo llenaríamos de estanterías con libros.

(Fotos de la agencia que vendió la casa, un poco retocadas…)

 

Nuestra casa eran las cuatro ventanas de arriba a la izquierda.

Nuestra casa eran las cuatro ventanas de arriba a la izquierda.

Cocina

Cocina

Nuestra habitación

Nuestra habitación

Salón con nuestros libros

Salón con nuestros libros

Así pasamos unos 4 meses hasta que a finales de Noviembre vino la prima de Ramin. En principio dijo que solo venía para un mes porque tenía que arreglar unos papeles (le habían concedido la residencia permanente y tenía que venir al país para formalizarla) pero que tenía que volver a su país porque iban a operar a ambos padres en breve y tenía que estar con ellos.

Total que llego y a las dos semanas más o menos dijo que habían cambiado una ley en su país que decía que cualquier mujer que quisiese salir del país necesitaba la autorización de su padre, y que entonces no podía volver a su país porque, claro, no la dejarían salir otra vez. (Y yo me pregunto: ¿su propio padre no iba a firmar una autorización?)

Total que se quedó con nosotros hasta que en Febrero decidió que quería ir a su país (no porque operasen a nadie, solo de vacaciones), así que nos dijo que habían cambiado otra vez la ley y que ya no había problema. A todo esto nosotros no íbamos bien de dinero, como ya sabéis conseguir trabajo en Australia siendo inmigrante sin residencia permanente y sin experiencia local es complicado, así que decidimos alquilar la habitación que todavía quedaba libre.

Así terminamos viviendo por poco más de un año con una iraní, que volvió de su país sin ningún problema un par de meses después, y un estudiante australiano de Queensland.

El australiano es un chico con la carrera de arte que estaba estudiando un master para convertirse en profesor de instituto, pero que ahora está estudiando políticas. El hombre tocaba la guitarra en el salón y se pintaba los ojos cuando salía de juerga. Todo un personaje, pero muy majo y siempre te hace reír. Tenía muchas rarezas, tipo me duermo la siesta en el suelo del salón, me lavo el pelo con zumo de cebolla o limpio el suelo con aceite de eucalipto, pero en general no tuvimos ningún problema con él. Yo tuve alguno por culpa del idioma, y es que en inglés soy muy maleducada porque no uso suficientes por favor y podrías (could you please and would you mind…)

Con la prima si tuvo algún problema cuándo se enteró ella de que él comía carne de canguro y le lleno el frigo con notas diciendo: “no te comas a Skippy” y le dijo que la próxima vez que le viese carne de canguro la tiraría a la basura. Eso fue gracioso y tenso a la vez.

Pero de momentos cómicos a la vez que tensos hay bastantes.

La prima no salía de su cuarto nada más que para ir al baño o hacerse la comida. Algunas veces comía en el salón pero casi siempre en su cuarto. Y se la oía hablar sin parar en su idioma, creemos que con sus padres por skype (pero a veces no se oía contestación y temíamos que hablase sola). Era lo opuesto al australiano que vivía en el salón y solo iba al cuarto a dormir. Y conste que me parecen bien las dos cosas, cada uno que haga lo que crea.

Pero un par de veces vinieron los primos de Ramin a jugar al ordenador o ver una peli. En aquellas ocasiones ella se sentaba en el sofá, encendía la tele si nadie la estaba viendo y se quedaba mirando fijamente a Ramin y sus primos (la tele solo era una coartada), da igual que estuviesen jugando al ordenador o viendo una peli, ella les miraba fijamente por el tiempo que estuviesen ahí. Una vez se iban, ella volvía a su cuarto, dejando la tele encendida, claro, ni se acordaba de que estaba ahí…

Otra cosa que era habitual era que ella te preguntase algo cotidiano, en plan ¿qué cocinas? ¿has mirado hoy el buzón? Le contestabas y su repuesta era una risa fuerte y exagerada, tú te quedabas en plan ¿me he perdido algo? ¿qué he dicho que es tan gracioso? Luego empezamos a intuir (nunca seguros) que ella no entendía muy bien qué decíamos y a veces esa era su respuesta.

Momentos más tensos fueron cuando una semana no limpió porque decía que no había productos de limpieza (que si había) y dijo que es que tenía que ir yo a comprarlos si quería que ella limpiase. ¡¿Qué?! O cuando iba al baño saltando en plan Heidi y volvía mirándome con odio, ¿qué había pasado en el baño? (eso lo hacía a menudo). Y muchas cosas más que no son graciosas, solo desagradables o cansinas.

El australiano era mucho más gracioso. Una vez nos preguntó que si los musulmanes rezaban al sol o que qué eran los protestantes. Tuvimos que adivinar cuál era su tipo de cristianismo haciéndole preguntas en plan ¿el cura se puede casar? ¿hay mujeres curas? Fue gracioso. También nos imitaba cuando hablábamos en español y aprendió palabras absurdas como engrudo y otras más útiles como periquito o vale, la cual usaba bastante acertadamente cuando hablábamos en español. Además hacía canciones improvisadas con las palabras que aprendía.

Una vez se olvidó las llaves con nadie en casa y se planteó escalar un árbol y saltar a la terraza. La cosa es que la terraza estaba cerrada y me imagino a la prima llegar a casa y encontrarse al tipo encerrado fuera…si no se mataba en el intento. Al final nos llamó a ver si podíamos llevarle las llaves y se las llevamos.

Otra vez salimos con él de juerga y se llevó una botella de vino en plan mendigo. Como no se la había terminado la escondimos en un seto por la ciudad. Cuando fuimos a recogerla todavía estaba ahí.

La palabra engrudo la aprendió porque le decíamos que su comida era un engrudo y es que su cena normal consistía en una mezcla de pasta, judías pintas de lata, algunas verduras congeladas y/o frescas, carne picada o en trozos, aceitunas y alguna salsa que le agregaba. Tenía pinta de ser bastante completa pero la mezcla era absurda y siempre olía igual. Al final empezó a usar el horno, supongo que aprendió viéndonos a nosotros y se hacía cosas con carne y verduras que tenían mejor pinta.

Esas son un poco las historias absurdas de ese año y pico compartiendo piso.

*Fotos de chadwickrealestate.com.au

3 responses to “Desventuras de compartir piso”

  1. Carla Potter says :

    Madre mía Patricia, me parto, qué historia… El Australiano raro de los ojos pintados tiene un pase pero la prima loca… ¿de dónde ha salido?, ¿de quién era prima?, ¿de tu marido?… Menos mal que os habéis librado de ella, jajaja… Aunque he de decir que el piso tiene muy buena pinta, pero seguro que estáis mejor ahora 🙂

    • Paty says :

      La prima era toda una personaja….Es prima de mi marido, de estas primas que has visto una vez en tu vida cuando tenías cinco años…
      Ahora solitos mucho mejor!! La otra casa estaba genial, pero la de ahora también está muy bien, pronto colgaré el post de la nueva casa con fotos y eso…

  2. Girona says :

    Por favor, Patricia!! Santa paciencia la tuya. Compartir piso tiene sus cosillas, y a veces pasan estas cosas. Pero bueno, la buena gente (y no la gente tan peculiar) suele predominar, y al final se genera muy buen ambiente 🙂

    Ya nos contarás qué tal va ahora solitos!
    Que pases un feliz día y te voy leyendo,
    Diana

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